sábado, 3 de marzo de 2012

Una inspiración, una iluminación y una llamada

 
Mientras rezaba, tuve una fuerte inspiración, como si oyera una voz que me decía: "Sigue el deseo del corazón. No hacer caso  en lo que otras personas te digan”. Y me  afiancé con mi decisión; sentí una gran paz dentro de mí. Comprendí la inspiración del Primero Maestro: "Desde aquí quiero iluminar".

El Señor tiene para cada uno una llamada personal, que es un regalo suyo, un plan de amor. Y cada vocación tiene una historia para contar, para recordar y alabar. Después de hacer una elección de vida, a veces, uno puede preguntarse: “¿Qué me ha motivado para hacer esta decisión fundamental de vida? ¿Dónde conseguí yo la fuerza y el valor?“.

Mi ambiente
Como muchos de nosotros, yo también puedo decir orgullosamente que mi familia tuvo mucha influencia en mi decisión. Sus ejemplos me han orientado. Dios se sirvió de mis padres para indicarme el camino.

 Soy la 7ª de 13 hermanos: 3 chicos y 10 chicas. Nací en la ciudad de Iloilo, capital de la isla de Panay, en el centro de Filipinas. Nuestra vida ha sido sencilla y alegre. Teníamos una pequeña granja y se vivía gracias al arduo trabajo de mis padres. Ellos, con sus sacrificios y una gran confianza en la Providencia y con  la colaboración de las hermanas y hermanos mayores, consiguieron que todos pudiéramos estudiar y alcanzar un buen nivel de preparación cultural. En mi casa, el rosario antes de la cena, era la oración habitual, que mis padres rezan hasta ahora; ellos siempre querían exponer grandes y largas intenciones antes de empezar…

Estudié en el Instituto Pio XII, un colegio de la Archidiócesis de Jaro, en Iloilo City, hasta mi diploma de bachillerato.  La mayoría de los profesores eran sacerdotes y seminaristas; y, mientras aprendía las varias disciplinas, yo he podido recibir directa e indirectamente una seria formación humana y espiritual.
Yo era amiga de mi Arzobispo, el inolvidable Mons. Artemio Casas, que acompañó mi discernimiento vocacional. Él mismo hizo la carta de recomendación, para ser aceptada en la Congregación.


Una inspiración: "Desde aquí quiero iluminar"

Yo he podido conocer varias congregaciones religiosas, porque recibía a menudo invitaciones para participar en encuentros de discernimiento vocacional, que congregaciones religiosas e institutos seculares organizaban en mi ciudad.

En Iloilo, la librería de las Hijas de San Pablo estaba  muy cerca de  mi escuela. Yo pasaba casi cada día delante de la librería, pero no me interesaba entrar porque yo no llegaba entender a las hermanas que vendían libros. Solo más tarde llegué a comprenderlo que era verdaderamente un apostolado… Conocí que, además de difundir libros, ellas también tenían algunos programas religiosos en la radio de nuestra región. Yo tenía un gran deseo de trabajar en el apostolado de la radio, porque veía qué poderosa era esta forma de comunicación, que alcanzaba una gran audiencia… Mi deseo se realizó plenamente para mí,  cuando entré en la Congregación de las Hijas de San Pablo, porque me asignaron el apostolado local de la radio y en mi ciudad, y en la radio trabajé durante 11 años.


Cuando enseñaba en Iloilo en la escuela pública, yo era muy feliz; y he vivido la enseñanza de la fe cristiana a los niños como un desafío. Pensaba: yo puedo enseñar la fe a una audiencia más grande; y podré hacerlo si llegara a ser una misionera… algún día. 

Una vez las Hijas de San Pablo me invitaron a participar en un retiro vocacional. Desde aquel momento yo no podía comprender mis propios sentimientos; he empezado a ser muy seria conmigo misma y a visitar a menudo a las hermanas, haciendo mi búsqueda profunda. Pero cuando ellas me explicaban la misión, yo tenía miedo y pensaba: “Quizás… yo no tengo los talentos…”;  pero había una inspiración profunda dentro de mí que decía: "Dios te ayudará". Gradualmente comencé a conocer más y a apreciar la misión paulina; y también a admirar la comunidad, especialmente cuando he palpado con mano el espíritu de sacrificio y la sencillez de su estilo de vida.

Recuerdo, cuando ya había decidido entrar en la congregación, que comuniqué mi plan al director de la escuela. Él no estaba de acuerdo, porque me necesitaba en la escuela, y me repetía que también la escuela era una forma de apostolado. Me pidió que llamara a la superiora de las Paulinas, para que viniera a su oficina, porque quería hablar con ella.
 
Yo, muy obediente, fui a llamar a la superiora…  Cuando llegué al convento, aunque toqué muchas veces el timbre, nadie me abrió la puerta. Entonces yo me marché. Mientras volvía a mi escuela, sentí que debía entrar en la catedral que estaba cerca, en la misma calle. Sin que yo lo supiera, había aquella tarde la exposición del santísimo Sacramento y la adoración eucarística. Me quedé a rezar un rato… Mientras rezaba, tuve una fuerte inspiración, como si oyera una voz que me decía: "Sigue el deseo del corazón. No hagas caso de lo que otras personas te digan”. Y me  afiancé con mi decisión; y sentí una gran paz dentro de mí. Comprendí la inspiración del Primero Maestro: "Desde aquí quiero iluminar". ¡Verdaderamente el Señor ilumina, cuando oramos y pedimos su guía!

Ya no volví con el director de la escuela. Solo le visité el día antes de entrar en el convento en Manila. Pero, más tarde e incluso hasta ahora, él me ha dado su apoyo, mostrándose muy feliz de mi decisión.

 España: mi nueva misión


Recuerdo que unas de las cosas que también ha provocado mi decisión fue la palabra “misionero”; y mi idea era que África pudiera ser el lugar de mi misión. Yo no pensé en Europa. ¡Ahora me he dado cuenta de que todo el mundo necesita misioneros!
Cuando la Superiora general me pidió de venir a España, yo fui feliz, porque este país es una nación católica y tierra de grandes santos. Nosotros, los filipinos, estamos muy agradecidos a los misioneros españoles que llevaron el Evangelio a Filipinas. Pero ahora, en España como en toda Europa, la secularización y la indiferencia religiosa amenazan la fe y la práctica cristiana; y la evangelización de Europa interpela con fuerza nuestra vocación y misión, como apóstoles de la comunicación en esta era. Con fervor y con todos los medios posibles debemos alimentar la mente de la gente con la Palabra de Dios, para que llegue al corazón y transforme a la persona.
 
Rezo porque mi misión en España me ayude a valorar más mi vocación religiosa, para compartir con amor la Palabra de Dios a mis hermanos y hermanas de esta tierra, que considero mi nueva patria.