Mientras rezaba, tuve una fuerte inspiración, como si oyera una voz que me decía: "Sigue el deseo del corazón. No hacer caso en lo que otras personas te digan”. Y me afiancé con mi decisión; sentí una gran paz dentro de mí. Comprendí la inspiración del Primero Maestro: "Desde aquí quiero iluminar".
El Señor tiene para cada uno una
llamada personal, que es un regalo suyo, un plan de amor. Y cada vocación tiene
una historia para contar, para recordar y alabar. Después de hacer una elección
de vida, a veces, uno puede preguntarse: “¿Qué me ha motivado para hacer esta decisión
fundamental de vida? ¿Dónde conseguí yo la fuerza y el valor?“.
Mi ambiente
Como muchos de nosotros, yo
también puedo decir orgullosamente que mi familia tuvo mucha influencia en mi
decisión. Sus ejemplos me han orientado. Dios se sirvió de mis padres para
indicarme el camino.
Estudié en el Instituto Pio XII,
un colegio de la Archidiócesis de Jaro, en Iloilo City, hasta mi diploma de
bachillerato. La mayoría de los
profesores eran sacerdotes y seminaristas; y, mientras aprendía las varias
disciplinas, yo he podido recibir directa e indirectamente una seria formación
humana y espiritual.
Yo era amiga de mi Arzobispo, el
inolvidable Mons. Artemio Casas, que acompañó mi discernimiento vocacional. Él mismo
hizo la carta de recomendación, para ser aceptada en la Congregación.
Una inspiración: "Desde aquí quiero iluminar"
Yo he podido conocer varias
congregaciones religiosas, porque recibía a menudo invitaciones para participar
en encuentros de discernimiento vocacional, que congregaciones religiosas e
institutos seculares organizaban en mi ciudad.
En Iloilo, la librería de las
Hijas de San Pablo estaba muy cerca de mi escuela. Yo pasaba casi cada día delante de
la librería, pero no me interesaba entrar porque yo no llegaba entender a las
hermanas que vendían libros. Solo más tarde llegué a comprenderlo que era
verdaderamente un apostolado… Conocí que, además de difundir libros, ellas
también tenían algunos programas religiosos en la radio de nuestra región. Yo tenía
un gran deseo de trabajar en el apostolado de la radio, porque veía qué poderosa
era esta forma de comunicación, que alcanzaba una gran audiencia… Mi deseo se
realizó plenamente para mí, cuando entré
en la Congregación de las Hijas de San Pablo, porque me asignaron el apostolado
local de la radio y en mi ciudad, y en la radio trabajé durante 11 años.
Cuando enseñaba en Iloilo en la
escuela pública, yo era muy feliz; y he vivido la enseñanza de la fe cristiana a
los niños como un desafío. Pensaba: yo puedo enseñar la fe a una audiencia más
grande; y podré hacerlo si llegara a ser una misionera… algún día.
Una vez las Hijas de San Pablo me
invitaron a participar en un retiro vocacional. Desde aquel momento yo no podía
comprender mis propios sentimientos; he empezado a ser muy seria conmigo misma
y a visitar a menudo a las hermanas, haciendo mi búsqueda profunda. Pero cuando
ellas me explicaban la misión, yo tenía miedo y pensaba: “Quizás… yo no tengo
los talentos…”; pero había una inspiración
profunda dentro de mí que decía: "Dios te ayudará". Gradualmente comencé
a conocer más y a apreciar la misión paulina; y también a admirar la comunidad,
especialmente cuando he palpado con mano el espíritu de sacrificio y la
sencillez de su estilo de vida.
Recuerdo, cuando ya había
decidido entrar en la congregación, que comuniqué mi plan al director de la
escuela. Él no estaba de acuerdo, porque me necesitaba en la escuela, y me
repetía que también la escuela era una forma de apostolado. Me pidió que llamara
a la superiora de las Paulinas, para que viniera a su oficina, porque quería
hablar con ella.
Yo, muy obediente, fui a llamar a
la superiora… Cuando llegué al convento,
aunque toqué muchas veces el timbre, nadie me abrió la puerta. Entonces yo me
marché. Mientras volvía a mi escuela, sentí que debía entrar en la catedral que
estaba cerca, en la misma calle. Sin que yo lo supiera, había aquella tarde la exposición
del santísimo Sacramento y la adoración eucarística. Me quedé a rezar un rato… Mientras
rezaba, tuve una fuerte inspiración, como si oyera una voz que me decía:
"Sigue el deseo del corazón. No hagas caso de lo que otras personas te digan”.
Y me afiancé con mi decisión; y sentí una
gran paz dentro de mí. Comprendí la inspiración del Primero Maestro: "Desde aquí quiero iluminar". ¡Verdaderamente
el Señor ilumina, cuando oramos y pedimos su guía!
Ya no volví con el director de la
escuela. Solo le visité el día antes de entrar en el convento en Manila. Pero,
más tarde e incluso hasta ahora, él me ha dado su apoyo, mostrándose muy feliz de mi decisión.
Cuando la Superiora general me pidió
de venir a España, yo fui feliz, porque este país es una nación católica y tierra
de grandes santos. Nosotros, los filipinos, estamos muy agradecidos a los
misioneros españoles que llevaron el Evangelio a Filipinas. Pero ahora, en
España como en toda Europa, la secularización y la indiferencia religiosa
amenazan la fe y la práctica cristiana; y la evangelización de Europa interpela
con fuerza nuestra vocación y misión, como apóstoles de la comunicación en esta
era. Con fervor y con todos los medios posibles debemos alimentar la mente de la
gente con la Palabra de Dios, para que llegue al corazón y transforme a la
persona.
Rezo porque mi misión en España
me ayude a valorar más mi vocación religiosa, para compartir con amor la Palabra
de Dios a mis hermanos y hermanas de esta tierra, que considero mi nueva
patria.